Me despierto al sonido de la alarma. Un ratito más. Cinco minutos. Afuera hace frío. No lo siento, pero lo sé. Siempre hace frío.

Salgo de la cama, me visto, desayuno, me lavo los dientes. Lo de siempre.

Me subo al auto y salgo para el trabajo. Hay mucho tráfico.

Tarareo algún tema que escucho en la radio mientras espero el semáforo.

En el trabajo, lo de siempre. Saludo a todos, me preparo otro café.

Pasa el tiempo. Nunca alcanza. Todo siempre a las apuradas. Siempre urgente.

Me quedo mirando fijamente al vacío mientras me llegan recuerdos de mi infancia.

Nadie me dijo que iba a ser así. Este martirio día tras día. Tenía sueños en esa época. Me imaginaba el futuro. Me imaginaba a mí. Qué iba a hacer. Tantas cosas. Tantos sueños. Pero no esto. No estar acá sentado tomando el café que ya se me enfrío.

Pienso en otras cosas que podría estar haciendo. Podría estar escribiendo, o leyendo, o pintando, o hasta cantando. Podría estar trabajando en otra cosa. En algo que me llene. En algo que me apasione. Sí, eso tengo que hacer. Tengo que hacer eso todos los días después del trabajo hasta que pueda dejar todo esto atrás.

Pasa el tiempo.

Vuelvo a casa. Hay mucho tráfico.

En la radio suena el mismo tema que había escuchado esta mañana. ¿O es otro? No sé, todos suenan igual. Llego a casa. Me preparo otro café. ¿Es el tercero o el cuarto?

Me siento en el sillón. Estoy cansado. Muy cansado.

Quizás que mañana arranque. Empiece mi proyecto. Cambie mi vida.

Sí, mañana. Hoy estoy muy cansado. Trabajé todo el día. Necesito despejarme un poco.

¿Qué hay en Netflix? Capaz que alguna serie nueva para ver. Esta parece interesante. Mirá, un caso real. A ver de qué se trata…

La noche llega rápidamente. Me voy a la cama. Mañana todo se resetea. Todo empieza de nuevo.