El siglo XXI ha sido testigo de cambios sin precedentes que han redefinido la vida, la sociedad y los estilos de vida tradicionales.

Entre los cambios más significativos que estamos vivenciando en la actualidad, los que producen mayor impacto son el avance de la inteligencia artificial (IA).

Hace tan solo unos pocos años atrás se creía que jamás un sistema podría realizar tareas que en ese momento se suponía solo los humanos podrían hacer. Hoy, las inteligencias artificiales crean arte, música, y otras actividades creativas (aunque se alegue que no es creatividad real). Por otro lado, existen autos que se conducen a sí mismos, robots que cocinan, limpian y realizar un sinfín de actividades que parecieran de una novel de ciencia ficción.

Estos fenómenos no solo han transformado la manera en que interactuamos con la tecnología, sino que también han tenido un impacto profundo en la economía global, el modelo laboral y las interacciones sociales.

Lo que es cierto hoy, más que nunca, es que los cambios se suceden con una velocidad sin precedentes. Estos cambios se producen además en un marco más amplio, conocido como la Cuarta Revolución Industrial o la Revolución Industrial 4.0. Nos encontramos por lo tanto en una era donde la conectividad y la automatización son parte íntegra de nuestras vidas. La integración de sistemas, el Internet de las Cosas (IoT) y la producción automatizada están creando procesos de producción más veloces y eficientes.

Además, estos sistemas facilitan también otro factor característico de este siglo, que es la personalización.

Estos cambios traen como consecuencia una mayor productividad, pero también una transformación del mercado laboral, donde algunas habilidades se vuelven obsoletas y surgen nuevas demandas de competencias.

Así como sucedió durante la Primera Revolución Industrial, la automatización vuelve obsoletos una cantidad de roles laborales, pero también crea otros nuevos.

A pesar de ello, el cambio necesario no se produce con la suficiente urgencia. En muchos países aún se debate sobre las condiciones laborales y el salario mínimo, hechos fundamentales en el ámbito laboral, pero no se debate cuánto tiempo más existirán esos puestos ni mucho menos qué se hará cuando desaparezcan.

La transformación es inevitable, como lo ha sido históricamente. La pregunta real que deberíamos hacer es cómo nos preparamos para los cambios fundamentales que están sucediendo a pasos vertiginosos. Por este motivo es que la educación y la formación continua se han vuelto esenciales para preparar a las personas ya no solo para el futuro, sino para el presente.

El estilo de vida tradicional ha sido alterado por la omnipresencia de la tecnología. La forma en que trabajamos, aprendemos y nos entretenemos ha cambiado, dando paso a nuevas normas y expectativas. Ya no podemos permanecer en el pasado.

Cuanto más rápido se comprenda el impacto de los cambios, más rápidamente sucederá la adaptación y se podrá avanzar mancomunados hacia el futuro.