El modelo de disciplina y autoridad en las aulas pierde cada vez más vigencia en el siglo actual. Lo que se denomina una "crisis de autoridad" es en realidad una reacción natural a un sistema educativo que se impone con autoritarismo.


El origen de la escuela tradicional obligatoria se remonta a la batalla de Jena en 1806 donde el ejército prusiano encontró la derrota a manos del ejército napoleónico. Siendo este un duro golpe al orgullo del imperio alemán, el filósofo Johann Fichte proclamó en sus "Discursos a la nación alemana", que el motivo de tan vergonzosa derrota se debía a la falta de disciplina de los soldados. Atribuía, además, esta falta de disciplina a la incorporación, en las escuelas, del modelo educativo basado en las ideas propuestas por el pedagogo suizo Johann Pestalozzi, donde se priorizaba el aprendizaje autodirigido.



En la concepción de Fichte, el modelo educativo debía cambiar para que el individuo se formara por el Estado y para el Estado, como había propuesto ya Aristóteles en la antigüedad en su "Política". Ya no habría lugar para las necesidades individuales, sino que el alumno debía formarse para ser obediente, sumiso y dócil. Esto solamente podría lograrse, en la mente de Fichte, mediante la aplicación estricta de la autoridad y la disciplina. A partir de esta concepción, se gestó el modelo de escuela prusiano, que repercutiría en el modelo educativo público, el cual sigue vigente hasta la actualidad.

Con la llegada de la revolución industrial, otros países europeos encontraron en este modelo educativo, basado en la disciplina y la autoridad, el vehículo ideal para formar también a obreros sumisos y obedientes, requeridos por las fábricas que proliferaban en la nueva era.

En EE.UU., eventualmente, Horace Mann también encontraría en el modelo educativo prusiano las respuestas a sus ideales de estandarización masiva de la educación, para formar ciudadanos con las mismas características.

El educador Ellwood Cubberly, quien había elogiado en diversas ocasiones a la reforma de Horace Mann, también indicó en su libro "Public School Administration" que: "Nuestras escuelas son, en cierto sentido, fábricas, en las que los productos en bruto (los niños) deben ser moldeados y convertidos en productos para satisfacer las diversas demandas de la vida".



Pocos años más tarde, Domingo Faustino Sarmiento, durante su etapa de exilio en Chile, encontrándose de viaje por Europa para conocer de primera mano el ya popular modelo de educación prusiano, encontraría por casualidad un contacto que lo llevaría hasta las puertas del hogar de Horace Mann. Luego de extensas conversaciones, Sarmiento formularía también el modelo educativo para Argentina, basado en el modelo de Mann, que a su vez estaba basado en el modelo prusiano. Años más tarde Mary Peabody, esposa de Mann, jugaría un rol fundamental al proveer a Sarmiento con las maestras de EE.UU., las cuales migraron a Argentina para comenzar el proceso educativo en las escuelas populares.

Sin embargo, tanto en Europa, EE.UU., como en Argentina, la idea de un modelo educativo industrializado, autoritario y, por sobre todo, con el objetivo de formar a individuos sumisos y obedientes, no encontró en toda la población la adherencia que esperaban. En sus escritos, el mismo Horace Mann proclamaba cómo, incluso docentes, se oponían a tal modelo autoritario, ya que despojaba a los individuos de sus libertades y también de su dignidad. En sus escritos, declaró que la oposición de la comunidad docente y de la población en general a este modelo educativo, se debía a que era "un sistema de educación adaptado para esclavizar y no para enfranquecer la mente humana".

A pesar de que este modelo fue impuesto por los diversos estados, en los más de dos siglos que lleva vigente, pedagogos, educadores, psicólogos, neurólogos, psiquiatras y sociólogos, entre otros, se han proclamado en contra de la pedagogía autoritaria y disciplinaria que se aplica en las escuelas públicas. Existe sobrada evidencia de los perjuicios tanto mentales como físicos que ésta ocasiona en sus alumnos, hasta que eventualmente en 2020 tanto UNESCO como OCDE declararon oficialmente la obsolescencia del modelo escolar público basado en el modelo educativo industrial.

A pesar de ello, existen aún en la actualidad docentes y pedagogos que añoran el modelo autoritario de antaño y se aferran a esa concepción de escuela donde el alumno se debía someter a la autoridad del docente. En este modelo de escuela, el docente es el "sabio absoluto" y el alumno es el "ignorante absoluto", como identificaba la pedagogía crítica de Paulo Freire acerca a este tipo de educación. Para docentes de esta línea educativa, el alumno es un balde vacío en el cual se debe verter contenido (según la concepción de "tabula rasa") y el éste no debe más que acatar las órdenes y aceptar aquel contenido que se le impone, en silencio y sin contradecir.



Entre los docentes que abogan aún por la pedagogía basada en la autoridad y la disciplina se encuentran, por ejemplo, la pedagoga sueca Inger Enkvist quien proclama que "hay que recuperar la disciplina y la autoridad en la escuela". En esta concepción, sin embargo, se confunde disciplina y autoridad con la imposición de la voluntad del docente por la fuerza, desestimando las necesidades del alumno.

En España, Bernabé Tierno, psicólogo y pedagogo español, afirmaba también que no podría haber jamás verdadera educación si no era con obediencia, disciplina y autoridad.

En Argentina encontramos, por ejemplo, a Jorge Eduardo Noro, doctor en educación, quien también proclama que "la educación, y de manera preeminente la educación escolarizada, se construyó sobre el presupuesto explícito de prevenir y controlar desde diversos lugares sociales la conducta y la vida de los educandos". En uno de sus escritos publicado por la Universidad Católica de Santa Fe, afirma además que "si los nuevos miembros (de la comunidad) se resisten a disciplinarse y a someterse a vigilancia, obediencia y control, representan un peligro permanente para la sociedad y se convierten en miembros inhábiles para poder incorporarse productivamente en la comunidad".

En esta concepción, los individuos no poseen moral ni ética si no es la impuesta por la escuela y que supuestamente sin ella no podrían ser miembros útiles de la sociedad. Para esta forma de pensamiento, sin escuela todos serían salvajes peligrosos. También en el escrito se cita a Kant cuando proclamaba que "la primera época del alumno es aquella en que ha de mostrar sumisión y obediencia pasiva".

El hecho de que aún en la actualidad existan adeptos a un modelo educativo basado en la sumisión de los alumnos, es también evidencia del motivo por el cual UNESCO hace algunos años declaró oficialmente la crisis educativa mundial.

En estas concepciones de pedagogía basada en el modelo industrial, se desestima también cómo en otros modelos de escuela se llevan a cabo procesos educativos sin imposiciones forzadas, sin necesidad de recurrir a la disciplina y la autoridad y sin violencia, por el solo hecho de respetar al individuo.

Como afirmaba la pedagoga Charlotte Mason: "La autoridad no es una licencia para abusar de los niños, o para jugar con sus emociones u otros deseos y los adultos no tienen la libertad de limitar la educación de los niños o de utilizar el miedo, el amor, el poder de la sugestión o su propia influencia en un niño para hacer que aprenda".